Yo no soy un patriota[1]. Las banderas casi siempre me molestan. La de España por no haber sido
capaz de dejar de asociarla al pasado y al régimen que nos la metía hasta en la sopa y de malas maneras. Y de este rechazo a patrias y banderas fui creándome un sentimiento de interés y afecto por las personas y los paisajes,
sin mirar si estaban a un lado u otro de una frontera. La bandera Catalana, entre prohibida y proscrita, me resultaba amable porque le otorgaba la representatividad de un espacio reprimido. Pero poco a poco, a medida que su presencia se normalizaba, se convirtió
en una bandera que me resulta también el símbolo que reúne a unos que van contra otros. Que ven líneas en el suelo, que los paisajes los miran según el lado de la raya donde están. Y a mí, esto, me aleja.
Pero nos toca vivir en un lugar y de manera organizada. Y parece que hay un escenario que prevé que tengamos que pronunciarnos respecto bajo qué autoridad administrativa
queremos vivir. Y a mí esta pregunta me mantiene lejos de lo que yo aspiro. Me da igual que me cambien las tapas del pasaporte. Mi lengua materna es el Castellano y la lengua paterna de mis hijas es el Catalán. Pero nadie habla, o muy pocos,
de qué cosas cambiarán en las relaciones con las personas y con el entorno si se hace el esfuerzo, parece que mayúsculo, de crear un nuevo estado. Sólo preocupa si nos tendremos que parar en el límite territorial para identificarnos
antes de cruzar la frontera, o donde jugará el Barça, o si venderemos cava más allá de Fraga. No se habla de la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales, la Seguridad o el Medio Ambiente del nuevo estado. ¿Estaremos
en la OTAN con ejército propio? ¿Con un sistema financiero como el actual? ¿Traduciremos al catalán las directivas europeas actuales? A mí el debate que me interesa es éste.
Pero vivo donde vivo. Veo lo que veo y lo interpreto como sé. Y entonces oigo comentarios y leo mensajes que me hacen ver que el componente irracional está muy, muy presente,
en el colectivo social. Y veo la facilidad con que se pierde el respeto a las personas, como se entra en el terreno del insulto, del rencor y, sobre todo, de intereses económicos y materiales bastante inconfesables. Y en este paquete estamos todos.
Los de un lado y los de la otra, los que no queremos lado, los que no saben dónde están y quienes pasaban por allá. Ciudadanos corrientes, profesionales, políticos… Todos.
Los debates son buenos. Hacen avanzar el pensamiento. Mueven la sociedad. ¡Bienvenido sea el debate! Pero el mío quiero que esté en buscar la organización jurídica y administrativa que afronte
las necesidades de las personas y del Medio desde una posición de Justicia Social, de Equidad, de Libertad, de Respeto y de Sostenibilidad. Si la propuesta que más se acerca a lo que me parece un mejor modelo social está al este del Ebro,
que es posible, muy bien. Por el contrario si no mejora o empeora el modelo social, que también es posible, en ese caso no creo que haya que lanzarse a esa aventura.
Sin embargo estoy en el barco y navegaré con mis vecinos los mares
que nos encontramos. Y quién sabe cómo nos llamaremos, o como nos llamarán mañana para nombrarnos colectivamente.
Mientras demos algún paso hacia
la felicidad no habrá sido una vida vacía.
[1]
Patriota que tiene amor a su patria y procura todo su bien. RAE