De Creus a Fisterra.
De punta a punta.
No sólo los moteros, pero los moteros también, tenemos una cierta predilección
por ir a los extremos. El Cabo Norte, la cima del Stelvio, o Finisterre, por poner algún ejemplo. No sé exactamente la razón, aunque creo que como nos gusta ir en moto, buscamos sitios un poco alejados para tener más rato de disfrute.
Y esta introducción es para contaros que al año de habernos ido 4 amigos moteros al Cabo Norte, esos 4 y cuatro más hemos ido el día 29 de junio desde el
cabo de Creus hasta el de Finisterre. No solo no hemos sido los primeros en hacerlo, sino que hay cientos de moteros que lo han hecho, igual que nosotros, empezando el viaje a la salida del sol y esperando ver la puesta al llegar a Fisterra. Viajar con el
sol todo el día cruzando la península. Ese mismo día coincidimos en el cabo de Creus con un grupo de tres mujeres moteras que iban a hacer el mismo viaje. 11 amantes de la moto el mismo día para hacer idéntico viaje.
Creo que el primero del grupo que habló de esta salida fui yo. Había visto un reportaje en un blog motero de dos que habían hecho el viaje en motos como la mía.
Me sedujo la idea al verlo. Lo habían hecho sin grandes complicaciones. Parando a comer sentados en mesa, y reparando un pinchazo por el camino. Eso quería decir que había margen. Las fechas, por descontado, tenían que ser en la
época de verano cerca del día más largo. El día 29 de junio el sol salió a las 06:10h. en el cabo de Creus y no se pondría en Fisterra hasta las 22:20. 16 horas largas de tiempo para hacer los 1340 quilómetros
de sol a sol.
Hacerlo en un grupo de 8 motos tiene el aliciente que estás con muchos buenos amigos. A nosotros no sólo nos une la moto, somos amigos y las motos vinieron
más tarde. Pero por otro lado 8 motos por la carretera son más complicadas de gestionar. No todos conducimos igual, no todos nos cansamos en el mismo momento, el tráfico cambia en cada momento y donde uno pudo adelantar el otro ya no puede,…
por eso el grupo se estira y el que va delante ha de dedicar demasiado tiempo a mirar el retrovisor, y este no es un buen plan. Nos fuimos turnando en la primera posición, pero era inevitable que en algunos momentos el grupo se cortara y que algunos
quedaran rezagados.
E íbamos avanzando, pasaban las provincias, dejamos Burgos atrás y enfilamos hacia León, para seguir luego hacia Astorga. Intentamos circular
un rato por la nacional entre León y Astorga, pero el tráfico era muy alto y los más de novecientos quilómetros en el cuerpo nos hicieron coincidir en que había que tomar la autopista, de peaje, hasta Astorga, donde empalmaríamos
con la A-6 dirección A Coruña.
A estas horas quien más quien menos iba estirando las piernas, levantándose sobre las estriberas, moviendo el cuello,
en fin intentando que el cuerpo aguantara un poco más. Estábamos cerca de entrar en Galicia. Y “sólo” nos quedarían poco más de 300 quilómetros, ya llevábamos más de mil. Las motos iban bien
y nosotros hacíamos lo que podíamos.
El cielo se iba cubriendo hasta que, finalmente, empezamos a pisar suelo mojado. No llovía pero hacía poco que lo
había hecho. Los coches levantaban agua y el pronóstico era claro: Nos mojábamos. Dicho y hecho, empezó a llover. Mi GPS me indicaba una gasolinera muy cerca, yo iba delante en ese momento así que decidí tirar hasta
la gasolinera. No serían más de 5 o 6 quilómetros. Menos uno de los cofrades que prefirió parar en el arcén y ponerse el equipo de agua el resto paramos en la gasolinera. Nos pusimos los trajes de agua ya sin llover. Es un
extraño efecto que tiene ponerse el impermeable: deja de llover. Al poco llego el que se había parado. Comentamos la jugada y seguimos hacia un cielo negro.
Otra de
las cosas que tienen las motos es que no hay dos que tengan la misma capacidad de depósito, ni que consuman lo mismo cada 100 quilómetros. En nuestro grupo la cifra para preocuparse era a partir de los 250 quilómetros. Por eso habíamos
optado por cada 220, más o menos, entrar en la primera estación de servicio. Y ahí tuvimos el pequeño lío del día. Llevábamos cerca de 260 quilómetros y en una salida de la autovía indicaba gasolinera.
El grupo estaba muy estirado, demasiado. Decidí salir y a parte que la gasolinera estaba a 8 quilómetros de la salida, en una carretera desierta que quitaban las ganas de seguir, perdimos a dos que iban detrás de todo. Tuvimos una media
hora de inquietud. ¿Habrían seguido?, ¿estarían en la primera gasolinera de dentro de la autovía? No nos pudimos comunicar y seguimos la buena intuición de Pedro: Vamos hacia adelante que los cogeremos. Apretamos un
poco la marcha y, al rato, vimos dos motos y un mono de lluvia amarillo sobre una de ellas. ¡Eran ellos!
Que descansado se queda uno cuando todo vuelve a cuadrar. Faltaban
50 o 60 quilómetros para Fisterra y queríamos llegar todos y juntos. En este momento me vino a la cabeza el recuerdo de un amigo que nos dejó el pasado setiembre. Eugenio. Habíamos hablado de ir a Fisterra más de una vez.
Y en esa llegada que parecía que hasta el cielo se iba a abrir para dejar ver el sol lo tuve conmigo presente, y luego supe que los demás también klo habían tenido presente. A su salud brindamos una vez más, con la añoranza
que da tenerlo sólo en el pensamiento. Ya no llovía y salía el sol. Era de cuento infantil,”…fueron felices y comieron perdices”. Pero la climatología en Galicia parece que no necesita mucho espacio para ofrecer
una variedad inmensa. A 4 o 5 quilómetros de Fisterra una niebla de cuidado. Llegamos al faro a las 20:40 h. y no se veía el faro desde el aparcamiento.
Al rato, y con el sol aún en el cielo, por
la hora podíamos saberlo, llegaron las tres moteras que habían salido después nuestro del cabo de Creus. 11 amantes de las motos en Fisterra después de cruzar la península en el tiempo que emplea el sol en iluminar ese camino
en un día.
Y por suerte la gastronomía es cultura. Y pudimos cultivarla un poco en un buen restaurante de Fisterra. No todo iba a ser tecnología, motos y quilómetros.
También nos cultivamos un poco.
Barcelona, 2 de julio de 2018
De Creus a Fisterra.
De punta a punta.
No és només un tema dels
moters, però els moters també tenim una certa predilecció per anar-nos als extrems. El Cap Nord, el cim de l’Stelvio o Fisterra, per posar alguns exemples. No se exactament quina és la raó, però crec que com
ens agrada anar en moto, busquem llocs una mica llunyans per gaudir més estona.
I aquesta introducció és per explicar-vos que quan fa un any que 4 amics vàrem
marxar al Cap Nord, els mateixos 4 amb quatre més hem anat el 29 de juny des del cap de Creus fins a Fisterra. Ara bé, no tan sols no som els primers en fer-ho, sinó que hi ha un munt de moters que ho han fet, com nosaltres, començant
el viatge quan surt el sol tot esperant veure com es posa a l’arribar a Fisterra. Viatjar amb el sol tot el dia creuant la península. Aquest mateix dia vàrem coincidir al cap de Creus amb un grup de tres dones moteres que feien el mateix
viatge. 11 amants de les motos el mateix dia fent el mateix viatge.
Crec que el primer del grup que va parlar de fer aquesta sortida vaig ser jo. Havia vist un reportatge en un
blog de motos d’un home i una dona que havien fet el viatge amb dues motos com la meva. La idea em va seduir només veura-la. Ho havien fet sense massa complicacions. Parant a menjar asseguts a taula i reparant una punxada pel camí. Això
volia dir que hi havia marge. Les dates, evidentment, havien de ser a l’estiu quan som més a prop del dia més llarg. El dia 29 de juny del sol va sortir a les 06:10 hores i es posaria a Fisterra a les 22:20. 16 hores llargues de llum per
els 1340 quilòmetres de sol a sol.
Fer el viatge en un grup de 8 motos té l’al·licient d’estar amb molts i bons amics.. A nosaltres ens uneix no
tan sols la moto. Som amics i les motos vàren venir després. Per altra banda 8 motos a la carretera són més complicades de gestionar. No tots conduïm igual, no tots ens cansem al mateix moment, el trànsit canvia contínuament
i on un han pogut fer un avançament l’altra ja no pot,.. per això el grup s’estira i el que va al davant ha d’estar massa estona mirant pel retrovisor, i aquest no és un bon pla. Ens vàrem anar tornant al capdavant,
però era inevitable que en alguns moments el grup es tallés i alguns quedessin més enredera.
I anàvem avançant, passaven les províncies,
vàrem deixar Burgos enrere i avançàvem cap a Lleó per continuar després cap a Astorga. Vàrem intentar anar una estona per la carretera de Lleó a Astorga, però el trànsit era molt dens i els més
de nou-cents quilòmetres al cos ens vàren fer coincidir en que calia tornar a l’autopista, de peatge, fins a Astorga, on agafaríem la A-6 direcció A Corunya.
A aquestes hores, qui més qui menys anava estirant les cames, aixecant-se sobre les estreps, movent el coll, en definitiva intentant que el cos aguantés una mica més. Faltava poc per entrar a Galicia. “Només
“ ens faltarien poc més de tres-cents quilòmetres, i ja en portàvem més de mil. Les motos anaven bé i nosaltres fèiem el que podíem.
El cel es va anar tapant fins que, a la fi, vàrem començar a trepitjar l’asfalt moll. No plovia però feia poc que ho havia fet. Els cotxes aixecaven l’aigua i el pronòstic era clar: Ens mullàvem. Dit
i fet, va començar a ploure. El meu GPS m’indicava una benzinera molt a prop, jo anava davant en aquell moment així que vaig decidir tirar fins l’estació de servei. No van ser més de 5 o 6 quilòmetres. Tots els
confrares, menys un que va decidir parar a la vorera i posar-se el vestit d’aigua, la resta vàrem arribar a la benzinera. Ens vàrem posar els impermeables, ja sense ploure. És l’estrany efecte que té posar-se l’impermeable:
deixa de ploure. En pocs minuts va arribar el company que s’havia aturat. Vàrem comentar la jugada i vàrem continuar cap a un cel ben negre.
Una altra de les
coses que tenen les motos és que no n’hi ha dos que tinguin la mateixa capacitat del dipòsit, ni que consumeixin el mateix cada 100 quilòmetres. En aquest viatge la xifra que feia començar a preocupar-se eren els 250 km. Per
això havéim optat per cada 220 km, més o menys, entrar a la primera estació de servei. I en aquest tema vàrem tenir el petit ensurt del dia. Portàvem prop de 260 km i a una sortida de l’autovia indicava benzinera.
El grup estava molt estirat, massa. Vaig decidir sortir i, a més que la benzinera estava a 8 km de la sortida, a una carretera deserta que treia les ganes de continuar, vàrem perdre als dos que anaven al darrera de tot. Vam tenir la nostra mitja
hora de tensió i neguit. Havien seguit? Estarien a la primera benzinera de dins de l’autovia? No ens vàrem poder comunicar però vàrem seguir la bona intuïció d’en Pedro: Anem endavant que els agafarem. Vàrem
forçar una mica la marxa i, a l’estona, vàrem veure dues motos i un mono de pluja groc a una d’elles. Eren ells!
Que descansat es queda un quan tot torna
al seu lloc. Faltaven 50 o 60 quilòmetres per a Fisterra i volíem arribar tots plegats. I en aquests moments em va venir el record d’un amic que ens va deixar el setembre passat. L’Eugenio. Havíem parlat d’anar a Fisterra
més d’un cop. I en aquesta arribada on fins i tot el cel semblava que s’obria per deixar veure el sol, va estar present, amb mi. I després vaig saber que els demés també l’havien recordat. A la seva salut vàrem
brindar un cop més, amb l’enyorança que dona tenir-lo només al pensament. Ja no plovia i sortia el sol. Era de comte infantil de final feliç. Però a la climatologia a Galicia no li cal massa espai per oferir una
autèntica variació. A 4 o 5 km de Fisterra una boira ben atapeïda. Vàrem arribar al far a les 20:40 i no es veia el far des de l’aparcament. Al cap de poca estona i quan el sol encara era al cel, per l’hora podíem
saber-ho, varenj arribar le stres dones que havien sortit del cap de Creus poc després de nosaltres. 11 amants de les motos a Fisterra després de creuar la península en el mateix temps que el sol dedica a il·luminar aquest camí
en un dia.
I per sort la gastronomia és cultura. I vàrem poder cultivar-la una mica en un bon restaurant de Fisterra. No tot havia de ser tecnologia, motos i quilòmetres.
Ens vàrem poder cultivar una mica.
Barcelona, 2 de juliol de 2018